Primeros días de enero del 2025, Lima, Perú.
(Con mucho calor).
Trastorno del ritmo circadiano
I
Los primeros días de enero han sido complicados. He tenido muchas dificultades para conciliar el sueño, y en algunos momentos se ha vuelto un problema constante. Le pregunté a ChatGPT sobre esto, y me habló del trastorno del ritmo circadiano, que básicamente implica que mis horas de sueño están completamente desordenadas.
- Mi rutina comienza a las 7 de la mañana.
- Pero suelo dormir a las 4 o 5 de la tarde.
- Y me despierto cerca de las 11 de la noche.
Esto me deja despierto toda la madrugada y a veces todo el día.
Hay días en los que no logro dormir nada. Intento descansar alrededor de las 3 o 4 de la madrugada, pero acabo desesperándome al ver que no puedo. Para las 5 de la mañana, me duele la cabeza de tanto forzar el sueño. Finalmente, a las 6, me rindo.
Me levanto, preparo el desayuno y comienzo mi día laboral, y ahí va la energía de mi día.
II
Hace muchos años que no voy al cine, casi una década. Estar rodeado de desconocidos, en silencio, me generaba una incomodidad difícil de explicar.
Sentía una presión constante, el aire pesado, y el ahogo y la necesidad de toser era insoportable. Con el tiempo, dejé de ir.
Le pregunté a ChatGPT sobre esta incomodidad, y me habló de algo llamado ansiedad situacional o sensibilidad al silencio. El cuerpo siendo consciente constantemente de sí mismo.
Lo mismo me pasa en espacios cerrados como teatros, supermercados o taxis.
Pero hace poco encontré un cine pequeño, y descubrí el asiento A7, en la primera fila, frente a la pantalla, con la peor vista del escenario, pero donde nadie se sienta y me siento tranquilo.
III

Y de pronto estaba en el cine, en el A7, dispuesto a ver una película después de muchos años.
Vi la versión de Nosferatu de Eggers, que se estrenó en Lima el 1 de enero de 2025. Fue impresionante, no había visto las versiones anteriores, y la película me interesó tanto que quise más.
Cuando vi esta adaptación, me surgieron preguntas sobre cómo encajaba en la tradición de Nosferatu. Sabía que estaba basada en el libro escrito hace 130 años y que la primera película se hizo hace más de un siglo.
Caminé a casa, distinto.
En los días que siguieron, durante las noches de insomnio, decidí ver las dos versiones anteriores: la de Murnau, de 1922, y la de Herzog, de 1979.
Ver las tres películas fue una experiencia confusa y esclarecedora. No solo por las diferencias entre ellas, sino porque me pareció un ensayo peculiar sobre cómo fue evolucionando la cinematografía y el tiempo.
Este artículo es mi intento de entender eso: cómo Nosferatu puede seguir diciéndonos tanto sobre el cine y también sobre nosotros mismos.
Las tres caras de Nosferatu
Drácula existe desde Bram Stoker, Nosferatu existe desde Murnau, llegó al cine como una versión libre de Drácula, para evitar problemas en derecho de autor. Murnau cambió los nombres de los personajes y Nosferatu adquirió personalidad propia.
Algunos cambios importantes entre Drácula y Nosferatu:

La viuda del Bram Stoker, Florence Stoker, inició y ganó el juicio por derechos de autor y se indicó que todas las copias debían ser destruidas.
Algunas copias fueron quemadas, y otras sobrevivieron al distribuirse en otros países.
Murnau trajo a Drácula al cine y contribuyó en su inmortalidad. Aunque la representación de Nosferatu cambió en el tiempo.
La sombra del miedo (1922)

El Nosferatu de Murnau es un monstruo completamente desprovisto de humanidad. El Conde Orlok, interpretado por Max Schreck, se aleja de la figura romántica y sofisticada de Drácula en la novela de Bram Stoker.
Su figura se asocia a las ratas y la peste, lo que refuerza la idea de que no es solo un depredador individual, sino una plaga en sí mismo.
Este vínculo con la enfermedad lo convierte en un Nosferatu que no seduce, sino que invade.

Su ansia animal es incontrolable, y se muestra de forma explícita en momentos como su reacción al ver la sangre de Thomas Hutter después de un corte accidental.
En estas escenas, Orlok se transforma en una criatura casi puramente instintiva, dominada por el deseo de consumir.
El diseño visual del personaje refuerza esta deshumanización. Con su cabeza calva, orejas puntiagudas, uñas largas y cuerpo rígido, Orlok parece más un cadáver reanimado que un ser vivo. Este diseño no busca embellecer ni romantizar al vampiro, sino subrayar su condición monstruosa.
Uno de los aspectos más notables de esta versión es cómo Murnau utiliza las sombras para amplificar el impacto de Orlok. Las sombras son en una extensión del personaje que acentúa su amenaza y omnipresencia.
En escenas como la del vampiro ascendiendo las escaleras, vemos cómo su sombra parece alargarse y deformarse.
Este recurso visual no solo define al personaje, sino que también establece un lenguaje cinematográfico que se volvería fundamental para el cine de terror.
El Nosferatu de Murnau establece una base sobre la cual se construirían muchas otras representaciones del vampiro. Es un ser animalizado que representa los miedos más primitivos de la sociedad de su tiempo: la enfermedad, la muerte y lo desconocido.
La tragedia de ser eterno (1979)

La versión de Herzog, estrenada en 1979, ofrece una visión distinta de Nosferatu. Mientras que el Conde Orlok de 1922 es un monstruo puramente animal y deshumanizado, el Drácula de Klaus Kinski es una figura trágica, atrapada en la melancolía de su propia existencia. Este vampiro ya no es solo una amenaza instintiva, sino también una representación del aislamiento y la desesperanza.
Herzog conserva muchos elementos característicos del diseño original de Nosferatu, la cabeza calva, las uñas alargadas y el semblante cadavérico. Sin embargo, a diferencia de la versión de Murnau, este Drácula tiene una contención que lo hace parecer más reflexivo y menos impulsado por el ansia animal.
Uno de los detalles más destacados en esta versión es cómo Herzog utiliza el paisaje y el entorno para reforzar la atmósfera de aislamiento que rodea al personaje.
Desde los castillos vacíos hasta las ciudades plagadas por la peste, todo en la película parece dialogar con la condición de Drácula como un ser fuera de lugar, condenado a existir en un mundo que no puede comprender ni al que puede pertenecer.
La música y los paisajes son elementos clave en esta versión. Herzog utiliza composiciones que evocan una sensación de fatalidad inminente, mientras que los planos largos de montañas, ríos y castillos refuerzan la desconexión del vampiro con el mundo humano.
Es como si todo el entorno estuviera destinado a amplificar el vacío existencial del personaje.
En comparación con la versión de Murnau, el Nosferatu de Herzog se mueve menos por el instinto y más por un deseo profundo de encontrar significado en su existencia. Sin embargo, esta búsqueda lo lleva inevitablemente a destruir todo lo que toca, perpetuando su propia tragedia.
Orlok calculador (2024)

La versión de Robert Eggers introduce un enfoque más calculador. El Conde Orlok es una figura mucho más consciente de las reglas que lo rodean.
En esta versión, Orlok parece moverse desde las sombras, actuando como una fuerza invisible que manipula su entorno en lugar de enfrentarlo directamente.
Aunque el Conde Orlok interpretado por Bill Skarsgård tiene una base de maquillaje y prótesis, se nota el apoyo a través de efectos especiales para terminar de caracterizar esta versión.
Este enfoque también tiene un costo: al depender de efectos visuales, el personaje pierde algo de la tangibilidad y visceralidad que caracterizó a las versiones anteriores.
Eggers también explora una faceta más sexualizada del vampiro. Este Orlok parece ser mucho más consciente de la atracción que genera y la utiliza como un arma para manipular a quienes lo rodean, añadiendo un matiz de control que no estaba tan presente en las representaciones previas.
¿Un personaje logrado?
A pesar de las propuestas distintas que cada versión de Nosferatu ha presentado en el tiempo, existe una sensación recurrente de que, en ninguno de los casos, el personaje llega a estar completamente logrado.
- El Nosferatu de Murnau tiene una representación exageradamente animalizada.
- El Drácula de Herzog parece pasar a un segundo plano mientras la película pone más énfasis en el paisaje y el mundo exterior, y hacia el final, termina siendo casi un chiste.
- Y en Eggers la desconexión física del personaje resta impacto a su presencia.
Todos carecen de algo: una fuerza narrativa que los haga memorables más allá de sus contextos, un soporte emocional o simbólico que permita que el espectador conecte con ellos de manera significativa.
Me detengo a pensar también en el sirviente (Knock en la versión de Murnau y sus equivalentes en las versiones posteriores) como una extensión del mismo Orlok, pero también como uno de los más débiles en términos de desarrollo.

Aunque su presencia es esencial para la trama, actuando como el mediador entre el vampiro y el mundo humano, todas las películas parecen limitarlo a un papel funcional, dejando de lado cualquier posibilidad de complejidad o profundidad dramática.
En todas las versiones, el sirviente sufre de una representación caricaturesca que, aunque puede ser útil para enfatizar la naturaleza monstruosa de Nosferatu, también diluye la seriedad de la historia.
Knock, en lugar de ser un personaje con un conflicto interno o una narrativa propia, se convierte en un accesorio del vampiro.
El potencial de este personaje para aportar profundidad a la historia es enorme, pero hasta ahora no ha sido aprovechado.
La relación entre Nosferatu y su sirviente podría ser una vía para explorar temas como la manipulación, la dependencia y la lealtad.
Sin embargo, en las tres versiones, el sirviente permanece atrapado en el estereotipo de la figura grotesca y unidimensional, sin aportar una verdadera riqueza narrativa al conjunto.
¿Es posible darle profundidad a Knock/Renfield?

Mientras veía la versión de Herzog de 1979, hubo una escena que llamó mi atención. Allí estaba Drácula, de pie, siendo la representación misma de la muerte. A su lado, Renfield, completamente dependiente de su amo. ¿No hemos visto esa relación en una saga de películas más contemporánea?
Ahí vi que Drácula y su sirviente encuentran su representación moderna en Voldemort y Peter Pettigrew (Colagusano).
En las películas de Harry Potter, el personaje de Voldemort es también la representación de la muerte. Y al igual que Drácula en las versiones de Murnau y Herzog, es calvo, pálido, cubierto por una capa que parece flotar en el aire. Es alguien que no pertenece al mundo humano, que existe como una fuerza de destrucción.
Al igual que Orlok, quien puede ser visto como un “rey de las ratas”. El seguidor de Voldemort, Peter Pettigrew (Colagusano), literalmente se transforma en una rata, encarnando ese papel de intermediario entre el amo y el mundo terrenal.
Pero lo que hace que Voldemort y Pettigrew sean una versión más interesante de Drácula y su ayudante es la forma en que su relación se construye y se desarrolla.

La presencia de Voldemort es imponente, letal, y cada uno de sus gestos refuerza su autoridad. Pero es Pettigrew quien aporta algo completamente nuevo al papel del sirviente. A pesar de ser un personaje que en teoría está despojado de dignidad, Pettigrew logra transmitir una energía sorprendente.
Es dependiente, sí, pero no es un sirviente sin voluntad. Sus decisiones, sus traiciones y su constante miedo lo convierten en un personaje complejo, lleno de matices, que genera tensión y aporta profundidad a la narrativa.
Este sirviente no es solo una herramienta del amo, sino un personaje que, a su manera, elige su destino. Es este desarrollo el que le da dignidad al personaje, una dignidad que no debería tener, pero que se logra a través de una caracterización cuidadosa.
En comparación, los sirvientes de Nosferatu quedan en un lugar más limitado. En las versiones de Murnau, Herzog y Eggers. Knock es un personaje plano, caricaturesco, que existe solo para reforzar el poder del vampiro.
Voldemort y Pettigrew, en cambio, funcionan como un dúo en el que ambos personajes tienen peso narrativo y un propósito claro. Una profundidad que las versiones de Nosferatu aún no exploran y que podría aportar mayor coherencia en futuras versiones.
La Evolución de Ellen

¿Qué sucedió con Ellen? Este personaje, conocido como Ellen en las versiones de Murnau y Eggers, y como Lucy en la de Herzog, representa no solo un punto narrativo crucial, sino también un reflejo de cómo el cine y la sociedad han transformado la percepción del rol femenino a lo largo del tiempo.
El accesorio funcional (1922)

En la versión original de Murnau, Ellen Hutter (Greta Schröder) aparece como un personaje secundario, definido por la relación con su esposo, Thomas Hutter.
Su protagonismo es inexistente durante gran parte de la película, donde la narrativa se concentra en el viaje de Thomas y la interacción con el Conde Orlok.
Ellen es un accesorio narrativo y su momento de relevancia llega al final de la película, donde se convierte en el “deus ex machina” que permite derrotar a Orlok al sacrificarse.
Este enfoque evidencia una visión reduccionista del personaje femenino, limitando a Ellen a un instrumento de resolución y dejando de lado cualquier desarrollo significativo.
El sacrificio consciente (1979)

Con Herzog, el personaje se llama Lucy, retomando el nombre original de la novela de Stoker.
Lucy (Isabelle Adjani) tiene un encuentro inicial con este Drácula atormentado por su inmortalidad y necesidad de amor. Donde le deja claro que no le interesa entregarse, incluso si esa es la fórmula para salvar a su esposo, que parece estar muriendo desde su regreso a casa.
Hacia el final, Lucy no solo acepta el sacrificio, sino que lo hace de manera consciente. Es ella quien llama a Drácula e insiste en que se quede hasta el amanecer, utilizándose como anzuelo para detenerlo.
Este cambio es importante porque muestra a Lucy adoptando el papel decisivo en la resolución del conflicto. Sin embargo, su tiempo en pantalla sigue siendo limitado en comparación con los personajes masculinos, sin espacio para un desarrollo más profundo.
El centro narrativo (2024)

En la adaptación del 2024, Ellen vuelve a su denominación original y se convierte en el centro de la narrativa. Eggers otorga al personaje un peso narrativo que la convierte en la protagonista, superando incluso a Nosferatu y a su esposo en importancia.
En esta versión, Ellen (Lily-Rose Depp) no es solo un sacrificio ni una heroína pasiva. Es una figura compleja con una conexión emocional y mística con Nosferatu.
A lo largo de la película, Ellen muestra una conciencia completa de su destino y del impacto de sus decisiones en los otros personajes.
Su carácter se ve enriquecido por una narrativa que explora su historia personal, sus sacrificios y sus motivaciones.
Ellen tiene una voz propia y dialoga con todos los personajes. Además, Eggers introduce aspectos como su lucha interna con la atracción y el terror que siente hacia Nosferatu. Este enfoque explora el deseo y el sacrificio de este personaje, con una complejidad y contexto que aporta mucho.
Ellen ha pasado de ser un accesorio dramático en la versión de Murnau a convertirse en un eje fundamental de la historia de Eggers.
Este cambio refleja no solo una evolución narrativa que enriquece Nosferatu, también una transformación en cómo se retrata el papel de la mujer en el cine.
De la pasividad a la autonomía. La evolución de Ellen eleva la historia de Nosferatu y demuestra una vez más que los cambios son siempre necesarios.
El arte de las sombras: La evolución visual de Nosferatu
¿Cuál es el legado visual y cinematográfico de Nosferatu? Las tres versiones (1922, 1979 y 2024) no solo reinterpretan al vampiro, sino que aportan elementos visuales y poéticos que enriquecen el cine y el género de terror en sus respectivos contextos históricos y culturales.
El nacimiento de las sombras

La película de Murnau es una pieza fundamental del expresionismo alemán y establece muchos de los recursos visuales que definirían el género de terror. Destaca especialmente el uso de las sombras, que no solo sirven para enfatizar la monstruosidad de Orlok, sino que se convierten en un protagonista más.
Estas sombras, creadas con composiciones precisas de luz y formas, dotan a la película de un aire ominoso y abstracto. Transformando lo que podría ser un elemento funcional en un lenguaje visual innovador que marcó un precedente.
- ¿Carol Reed habrá pensando en Murnau al establecer las sombras en el callejón de El tercer hombre?
- ¿Stanley Kubrick en la escena de la escalera de El resplandor?
- ¿Miyazaki hizo lo mismo en Se levanta el viento?



La innovación de Murnau con las sombras es un efecto que impresiona hasta hoy.
Además, la representación de Nosferatu como un ser animalizado, relacionado con la peste y las ratas, creó un ícono cultural que sigue vigente.
La belleza del paisaje

Werner Herzog reinterpreta Nosferatu desde una perspectiva profundamente personal, convirtiéndolo en una obra donde lo visual y lo simbólico adquieren un protagonismo absoluto.
Su visión rompe con las expectativas de una película de terror: es una meditación poética sobre la naturaleza humana, el entorno y la belleza que puede encontrarse incluso en la decadencia.
Cada plano parece trabajado como si estuviera pintado en acuarela, con colores suaves y texturas que capturan tanto la crudeza como la delicadeza de su mundo.

Desde los paisajes amplios y desolados hasta los detalles de la vida cotidiana, como una bebé estornudando en el puerto. Herzog nos sumerge en un universo donde lo real y lo mágico coexisten.
La película es contemplativa, llena de momentos aparentemente insignificantes pero cargados de simbolismo, como el contraste entre las calaveras al inicio, los gatitos llorando y las vistas de una ciudad que respira. Estas imágenes aterrizan la historia en una realidad tangible.
En Nosferatu de Herzog, el viaje no es solo el de Drácula, sino el del espectador, que es llevado a través de paisajes, música y simbolismo hacia una contemplación más profunda del terror, la mortalidad y la belleza que puede surgir en los lugares más inesperados.
La cohesión narrativa

Mientras tanto, Robert Eggers analiza las versiones anteriores y ofrece una versión donde destaca la coherencia narrativa. Eggers sigue el mismo camino visual de Herzog, donde la fotografía y la pintura son el mismo lenguaje.
Pero es en el desarrollo de la historia, la construcción de los personajes y en la interpretación donde la película aporta un valor particular a Nosferatu.
En esta versión es destacable también la inserción de Willem Dafoe como el profesor Albin Eberhart Von Franz, cuya fascinación por Nosferatu y energía en pantalla termina aportando positivamente en el desarrollo de la trama.



Fotografías de Nosferatu, 2024. Extraídas de The Store Collectibles.
Cada película innova y resuelve en aspectos cinematográficos y argumentales, a la vez que se vuelve en una interpretación de los miedos, preguntas o exigencias de su tiempo.
Comparación de los cuatro personajes principales
Para terminar de brindar contexto y demostrar la diferencia entre la propuesta de los personajes principales, mostraré una tabla que lo resume.

Casi todos los personajes parecen haber avanzado en el tiempo, mientras que Knock (o Renfield) sigue siendo un personaje cuya falta de contexto y motivación termina dejando vacíos narrativos en las películas.
Algo que ojalá se resuelva en las próximas adaptaciones.
¿Qué dice Nosferatu del cine y de nosotros?

Es así que luego de ver la versión de 2024, caminé a casa sin saber lo que estaría por comenzar. Vi Nosferatu en el cine, en la cama, en el peluquero, en medio de la madrugada y mientras editaba esto.
De todas las películas, con la que más conexión sentí fue con la de Eggers, ya que sentía que brindaba una dignidad a los personajes, escasa en algunas producciones de terror.
Sin embargo, ver la versión de Herzog fue la invitación a un cine que es capaz de hacer grandes cosas.
Cuando vi la película de Murnau, no tuve sentimientos de ningún tipo, me gustaron las sombras pero más allá de eso no sentí una conexión real.
Pero a medida que pasaron los días y que veía su propuesta reflejada en las adaptaciones, y que intenté empatizar con los recursos de su tiempo, comprendí que su presencia era esencial para disfrutar no solo de las versiones posteriores, sino para entender cómo un género cinematográfico se vio influenciado por su peculiar propuesta.
Han pasado 100 años desde la primera versión de Murnau, y su cine se sigue viendo hoy, y de su cine seguimos hablando en este momento.
Y seguimos reinventando las mismas escenas, cada 50 años.
- La imagen de Thomas/ Jonathan cortándose el dedo.
- La imagen de Orlok sediento de sangre.
- La fotografía de Ellen/Lucy que despierta el interés del vampiro.
- Las ratas invadiendo el pueblo.
Y un largo etcétera.

Creo que lo interesante de películas como Nosferatu, que se convierten en íconos culturales, y que sabemos que se seguirán reinterpretando a lo largo del tiempo. Es que nos permiten visualizar no solo cuál era la visión del artista, o cuáles eran los recursos cinematográficos de entonces.
También nos muestra las exigencias del pensamiento contemporáneo, el tratamiento de los personajes en el tiempo, los miedos y expectativas de cada generación para sentirse representados por una historia que ha vivido más que todos nosotros.
Son películas que no solo debemos ver, sino también analizar, criticar e indagar profundamente.
Nos invitan a preguntarnos quiénes éramos, por dónde fuimos, cómo somos ahora, y si seremos capaces de mejorar en el futuro.
Hace calor y siento que la película me ha derrotado. Intentaré dormir.